Es como una reacción endotérmica, que ilumina mi pasión. Aunque unos días me separe, no desconecto nunca. Sé cómo está la marea, el ciclo de luna, el mar y viento...Sin buscarlo, sale de la nada, como información que precisas, aunque no vayas de pesca. Es, en defionitiva, una función de mi cerebro que se ha vuelto esencial.
Estos días no pude asistir a todas las citas que quisiera, simplemente porque si por filosofía fuese me transmutaría ya en un comorán, impertérrito desde su atalaya, escrutando siempre el mar. Sé que es de locos y no dice mucho de mi salud mental, pero es un reflejo enfermizo de un amor indescriptible por la costa; amor a costa de vidas, de las que siego con el afán que pongo en el manejo de una caña de pesca...
No obstante, sí que atendí a esa brújula interna y puse pie en parajes que no visitaba hace tiempo. Las lubinas fueron esquivas y mis rodillas están resentidas, pero lo hice con gusto, para aplacar tan incandescente afición.